Unas semanas después de volver de un retiro de una semana en las Sierras con la Comunidad de Escritores en el verano de 2018, un retiro que mejoró notablemente tanto la calidad como la cantidad de mis escritos, de repente me inundaron las obligaciones familiares. Esas obligaciones eran, en su mayor parte, agradables, pero estaba claro que me mantendrían ocupado, a tiempo completo, durante demasiado tiempo. También tenía claro que el precio de negarse sería, hablando de relaciones familiares, extremadamente alto. Pero el precio de aceptarlas también ha sido muy alto: durante los siguientes meses, mis proyectos literarios se volvieron más lentos y luego se detuvieron por completo. Desde entonces no he podido escribir nada que valga la pena leer, aunque sigo editando viejos poemas con la esperanza de que si sigo practicando, esa parte que tanto valoro de mí volverá a funcionar de nuevo.
No dejes de escribir.